Breve biografía de Emilio El Moro


 Don Emilio Jiménez Gallego nació en Melilla (donde tiene la consideración de personaje ilustre), el 3 de Noviembre de 1923, en la carretera del cementerio, calle Padre Lerchundi; quinto hijo de una familia humilde formada por Don Rafael Jiménez Muñoz (natural de Capuchinos, provincia de Málaga) y Dª. María Gallego Fernández (natural de Campillos-Antequera, provincia de Málaga), quienes se conocieron en Melilla, casándose el 24 de junio de 1914.

Trajeron  al mundo doce hijos, de los que vivieron ocho, cuatro varones y cuatro mujeres, a saber: María (07-05-1915), Salvador (26-11-1921), Emilio (03-11-1923), Ángel (02-10-1925), Victoria (26-11-1927), Isabel (26-12-1931), Carmen (07-07-1933) y Rafael (01-11-1936).
Posteriormente vivieron en una casa que compraron sus padres,  en la Calle de Alférez Abad Ponjoan nº10, en el popular “Barrio de los Cuernos”.

Emilio, por motivos económicos, comenzó el colegio unos años después de la edad de escolarización; era alegre y bromista, cantaba y hacía bromas ya desde muy pequeño; en una ocasión (tal como se aprecia en la foto)  se puso en la cabeza un calcetín a rayas, a modo de gorro, y con él puesto marchó al colegio, provocando la hilaridad de cuantos le rodeaban.



No habiendo podido cursar estudios superiores, algo con lo que nunca se conformó, realizó los estudios artísticos necesarios para su carrera y su afán de mejorar le convirtió en un autodidacta en varias disciplinas siendo su interés por aprender muy grande.



A lo largo de toda su vida fue muy aficionado a leer a los grandes filósofos, su autor preferido era Arthur Schopenhauer , al que dedicaba unos momentos de lectura por las noches, en su cama, mientras fumaba un cigarrillo.

Cuando posteriormente era preguntado por su falta de estudios, al respecto decía “Soy analfabeto como todo el mundo, puesto que nos morimos ignorando el 99% de las cosas”, y añadía “Sé cinco idiomas porque tengo cinco amigos míos mudos que son de distintas nacionalidades.



En su familia eran muchos hermanos y los mayores empezaron a trabajar juntamente con el padre en su taller de pintura. Otro medio que empleaban Emilio y sus hermanos pequeños para ayudar al mantenimiento de la familia era la pesca submarina, a la que era muy aficionado.


Sus padres, aunque no tenían el carácter alegre y jovial de Emilio, también cantaban; sus hermanas se entonaban en el cante; y todos sus hermanos tocaban  la guitarra, la bandurria o el laúd, celebrando reuniones y fiestas en su domicilio, que se oían en toda la calle.

Cuando llegaban a casa a comer se hacía la alegría y la casa era una fiesta, cantando y tocando los instrumentos mientras la madre preparaba la comida. Emilio estaba dotado de una voz “marchenera” preciosa, muy dúctil, que aflautaba y era jonda a la vez, era un cómico genial, un hombre con una sensibilidad, una afinación y un buen gusto muy raros en su época.


Aficionado desde niño al flamenco, a los tres años cantaba con muchísima gracia aires flamencos, entusiasmando a todos sus oyentes. A la edad de 15 años actuó por primera vez ante el público de Melilla, obteniendo un clamoroso éxito, hasta el punto de presentarse a un concurso de cante para aficionados, en Radio Melilla, por fandangos, soleá, tientos, polo, caña, etc., toda la gama de flamenco no tenía secretos para Emilio.

Ese mismo concurso lo ganaría en los años siguientes hasta en siete ediciones, empezando a ser famoso en el Norte de Marruecos, entonces protectorado español. Pero a pesar de estos éxitos no era cantaor profesional y se ganaba la vida como pintor de brocha gorda, lo que hoy llamaríamos pintor-decorador.

El 2 de marzo de 1948, con 23 años, nueve meses después de licenciarse tras dos años de Servicio Militar, que había prestado en el Regimiento Mixto de Artillería número 32, de guarnición en Melilla,  sus familiares y amigos e incluso mandos militares hicieron una colecta de dinero para que se pudiera ir a Madrid a probar fortuna.



Con ese dinero más las 500 pesetas de la época que le prestó el Capitán de su antigua Compañía, se compró una chilaba, unas babuchas, una guitarra y una tableta de chocolate, llegando a Madrid con una onza de chocolate, 25 pesetas y la guitarra rota.


Donde primero recaló al llegar a Madrid fue en una pensión, en la que permaneció dos días, dirigiéndose luego a casa del primo hermano de Manolo, (el marido de su hermana Victoria), donde permaneció un tiempo compartiendo cama con Fernando, uno de los hijos del matrimonio y  ganándose la vida con su profesión de pintor. Fernando tenía una hermana de 17 años, Pilar, con la que mas tarde Emilio se casaría.

Sus anfitriones eran un matrimonio singular, ella de origen malagueño, había vivido un tiempo en Melilla y conocía el arte de Emilio, por lo que le apoyaba de forma incondicional en todos los proyectos que emprendía para hacerse un hueco en el mundillo flamenco de Madrid, por el contrario no caía bien a su futuro suegro, quien al principio no creía en él y sus posibilidades.

Pero pronto éste también comenzó a ver sus méritos y le inscribió en un programa radiofónico denominado “Fiesta en el aire”, que tenía un método de elección por “aplausómetro” y pese a alcanzar alta puntuación, Emilio no logró ganar el concurso.


Cantaba flamenco en serio y comenzó a frecuentar los círculos de artistas, así recaló en el Parque del Retiro madrileño donde se representaban dos funciones al día en una especie de carpa de verano montada al efecto.

En su primera función en esta carpa, el público del retiro no fue muy receptivo al cante de Emilio, por lo que viendo que cantando flamenco en serio, (aunque no le faltaban facultades) no conseguía atraer la atención de los espectadores, para la segunda función, pidió a su futuro suegro que le trajera de su casa una funda de almohada, una sábana, unas alpargatas y pintura negra.



Emilio se cambió los zapatos por las alpargatas, se enrolló la funda de la almohada en la cabeza a modo de turbante, se vistió con la sábana y se maquilló pintándose la barba y los ojos, e hizo una demostración de su flamenco al estilo árabe cantando Pipa Romero (Pepe Romero),  logrando así  un clamoroso éxito.



Como anécdota cabe destacar que en plena actuación se le salió una de las alpargatas y le dio a un señor; se trataba de un famoso empresario de espectáculos y posterior pareja de Estrellita Castro, que tras la función fue a su camerino a devolverle la babucha  y a contratarle. Este incidente con la alpargata, terminó convirtiéndose en un sketch que repetiría posteriormente en otros espectáculos.

En días sucesivos ataviado con ese atuendo y cantando flamenco árabe, Emilio consiguió que el recinto empezara a llenarse, tras algunos días Emilio pasó del Retiro al Teatro Pavón, cuando fue contratado por Demetrio Corbi (el del babuchazo) , debutando con Gloria Romero.

En esas fechas la compañía de Gloria estaba preparando sus espectáculos “Sol de España nº 3” en Madrid y “Sol de España nº 4” en su gira por Andalucía. Emilio realizó una prueba y fue elegido para unirse al espectáculo.


Emilio no quería irse de gira sin casarse y contrajo matrimonio con Pilar Saugar Moral el 16 de septiembre de 1948, en la madrileña iglesia de San Miguel, siendo la madrina Gloria Romero, que corrió con todos los gastos de la boda que ascendieron a 500 pesetas. Incorporándose seguidamente a dicha gira sin tiempo para la luna de miel.

Al regreso de esta gira le contrató Carceller para el Price,  ya en pleno desarrollo de su estilo moruno, con gran y repetido éxito de público, lo que conllevó un rápido aumento de su caché pasando a ganar 250 pesetas por actuación. Ya con ese sueldo,  fue a vivir con su esposa a la C/ Antonio López.


La familia tuvo varias residencias en Madrid, Calle Orgaz, luego en y C/ Nicolás Sánchez en el barrio de Useras, también en Calle Fuencarral nº 106, y finalmente en los años 60 se compraron una finca en Orito (Alicante), que a la postre fue su última residencia.

Ya en el Price (1949) se produjo el salto a la popularidad de Emilio Jiménez en toda España, artísticamente empezó a anunciarse con varios nombres,  “Emilio de Melilla”, Emilio de Melilla “El Moro” y “El Moro de Melilla”, siendo publicitado en sus espectáculos como “El cantaor de las siete voces” por su gran facilidad para encadenar distintos registros vocales en una misma interpretación; además en la prensa se le vio anunciado como “El Moro” (Estampa árabe).


Pero la gente cuando iba al teatro a ver su espectáculo decía: “voy a ver al moro, a ver qué hace hoy”, y por todo Madrid se comentaba el espectáculo del “Moro” lo que llevó a Carceller a anunciarle definitivamente con el nombre artístico de Emilio “El Moro”, llegando Emilio a comentar al respecto:  “Como nombre de guerra, no está mal”

Emilio adoptó su nombre artístico definitivo, Emilio “El Moro” y además de su chilaba, los calzones o pantalones bombachos, con los que conseguiría uno de sus éxitos más clamorosos "El Sapo árabe".


En lo artístico, su especialidad era tomar los cantes flamencos y las coplas que triunfaban en aquellos años en las voces de grandes cantaores y artistas e ir alterando de manera magistral parte de las letras originales de esas canciones con frases propias y a la vez dándole un toque único y personal que más tarde resultaría característico en todas sus obras.

De tal manera que siempre fuera reconocible la copla original, y a la vez arrancar la carcajada de quienes la escuchaban. Triunfó y consiguió ventajosos contratos para actuar por toda España, y así se popularizó su figura, triunfando además porque era un mago de la guitarra y un extraordinario bailarín cómico-flamenco.

Y aunque la mayoría de sus canciones no estén firmadas como autor de ellas, (por impedimento de la SGAE) tienen su sello personal y su gracia. Sus letras  absurdas y surrealistas, que por entonces pasaron como gracias sin más mérito, tienen hoy  un reconocimiento pleno con el paso del tiempo y sitúan  a Emilio El Moro como un genio surrealista muy adelantado a su época.

Emilio fue autor, cantante, guitarrista, narrador, orador, contador de chistes, empresario, productor, actor, etc., pionero de las parodias musicales, maestro de las muecas y los gestos cómicos, fue inicialmente conocido por sus interpretaciones con requiebros del cante árabe, pero terminó convirtiéndose en un genial e inigualable humorista polifacético, lo que llamaríamos actualmente un Showman Total.


El gran secreto de su triunfo estaba en que Emilio además cantaba prodigiosamente bien, lo hacía con mucho primor y gracia, esa gracia natural y desbordante que aplicaba a todas sus actuaciones, unido a su dominio de la guitarra y a su desparpajo y desenvoltura en los escenarios.

Por aquellos años residían en la calle Orgaz, de Madrid. Pilar acompañaba a Emilio en todas sus actuaciones y giras, quedándose siempre en el camerino, hasta que el 2-11-1950 nació su hijo Emilio, (posteriormente nacerían Alejandro (27-01-1961) y Pilar.) Los padrinos de Emilio fueron Mayte Pardo y el ilusionista “Príncipe Omar


Con el Price, también actuó en Tetuán, Tánger y Casablanca, donde tuvo que cambiar su nombre artístico por “Emilio el de Melilla”, para no levantar las iras marroquíes, esta gira coincidió con la boda del rey de Marruecos Mohamed V.


Con su repertorio de cantes flamencos burlescos y de parodias de las coplas más populares, Emilio alternaba sus actuaciones en el Price con apariciones en Salas de Fiestas como artista invitado, así se le pudo ver en “Sala Jay”, “Casablanca”, “Morocco” y otros clubs importantes.

En 1952 Emilio “El Moro”  graba su primer disco (de pizarra)  y formó su primera compañía propia, participando en numerosos espectáculos junto a otras grandes estrellas del momento;


 Del Price en julio de 1952 se despide de los escenarios españoles para iniciar su primera gira por Sudamérica con el espectáculo “Tambores sobre América”. Sus primeras actuaciones fueron en Argentina en el Teatro El Tronío de Buenos Aires, donde fue visitado por los popularísimos Stan Laurel (el Flaco) y Oliver Hardy (el Gordo), que en esos momentos también se encontraban de gira por Sudamérica. De Buenos Aires pasó a Santiago de Chile, y de allí a Perú, Colombia, Ecuador y Venezuela.


En esta gira arrasó con su número estrella “el sapo árabe”, que consistía en una transformación rápida de su aspecto poniéndose el calzón desde la cintura al cuello, ante un publico sorprendido. Fue tanto el éxito que en la Boîte Embassy le robaron su famoso calzón y la prensa de la época recogió dicho incidente.

No es menor el mérito que tuvo Emilio al triunfar en Sudamérica, ya que allí debía adaptarse a los diferentes públicos, pero dado que parte de su trabajo era cuestión de psicología (él decía que ser terrestre era estar a ras de la tierra, en todas las tierras) supo adaptarse y cosechar un gran éxito en todos los países de la gira.

En Julio de 1953 se comienza a anunciar en Madrid su regreso de América, incorporándose ese mismo mes de julio a los circuitos de variedades madrileños.

Ese mismo año participó en su primera película, titulada “Fantasía Andaluza”, en la que interpreta unas alegrías de Cádiz que por aquellas fechas cantaba Juanito Valderrama, titulada “De que el Agua sea tan salada”, tema principal de su disco.


Después formó sociedad artística con Alejandro Cintas (Niño de Orihuela) hasta finales de 1954, siendo en esa etapa donde se aficionó a la prestidigitación y comenzó a frecuentar el mundillo de la magia, los juegos y el ilusionismo, aprendiendo los secretos de esta rama del espectáculo en la categoría de aficionado.

En el ámbito personal Emilio era un hombre familiar y en sus ratos libres (que no eran muchos), disfrutaba de su afición a la pesca submarina.

En lo profesional, ya como artista consagrado a nivel Nacional, en abril de 1955  junto a Tomás de Antequera, Diana Márquez y Rafael Farina, Emilio bate todos los “records” de las recaudaciones en los teatros madrileños, llenando el Price en un triunfo de las variedades españolas.

Su formación artística era enorme, tocaba la guitarra en todas las posiciones, hasta en la espalda, con una sola mano, bailaba y toreaba con ella, cantaba incluso al mismo tiempo que fumaba.

Uno de sus sketch que le hizo famoso fue el “solo de guitarra”, pues tras anunciar al público que iban a contemplar un solo de guitarra, dejaba ésta empinada en medio del escenario y se ausentaba del mismo, hasta que el público se daba cuenta de la broma y rompía en carcajadas.

También solía presentar en sus espectáculos el toque de guitarra por fandangos con una sola mano, sirviéndole la mano derecha únicamente para sostener la guitarra por su base.


En julio de ese mismo año se despide nuevamente del público de Madrid para iniciar su segunda gira por Sudamérica; Buenos Aires, Santiago, Lima y Caracas, son las capitales en las que triunfó con su gracia e ingenio, y no solo en los escenarios de los grandes teatros, sino también en la televisión y en los night-clubs.

A principios de 1956 regresa a España  donde continuó alternando espectáculos propios (en los que arriesgaba su dinero) con apariciones en grandes compañías compartiendo cartel con nombres famosos.

Uno de esos grandes espectáculos fue el de Juanito Valderrama, quien le contrató para “Caras conocidas”, que en Octubre se presentó en el Calderón, donde aparecía como figura principal junto a otros grandes artistas como Antonio Machín, Adelfa Soto y por supuesto el propio Valderrama.


Entre los años 1957 y 1959 Emilio cambia progresivamente de aspecto en el escenario, pasando de utilizar barba postiza, turbante, chilaba o calzón y babuchas, a utilizar el fez (su tarjeta de visita)  y el esmoquin. Abandonando de forma progresiva su aspecto artístico inicial, por la imagen definitiva con la que todos le recordamos.


Este hecho quedó reflejado en 1961 cuando saca a la venta su primer EP bajo el nombre de Emilio el Moro, en el que juega en la portada con ambas caracterizaciones.


A mediados de 1959 continuó con la compañía de Valderrama en “Caras conocidas 2”, pero siguió alternando sus intervenciones  con apariciones esporádicas en salas de fiestas y con las de su propio espectáculo “El congreso del humor”, hasta que en octubre de 1959 empezó una gira por España en autobús con su propio espectáculo el “Último tupé”, deformación del famoso “Último cuplé” de Sara Montiel.


Tras esta gira en 1960 y hasta 1962 continúa con actuaciones sueltas y como estrella principal en los espectáculos de las grandes compañías de Juanito Valderrama y de Juanita Reina entre otros.


En 1961 se compra una casa en Orito (Alicante) convirtiéndola en la residencia familiar.

En 1962 lanza su primer disco de larga duración (LP) con la recopilación de sus parodias más populares bajo el título de Éxitos de Emilio el Moro y en 1963 sale de gira nuevamente por España con el espectáculo propio "Alí Babá y los 40 Ta-Ka-Tá".

A la vuelta de esa gira permanece con la compañía de Juanita Reina y su espectáculo “Señorío” hasta que a mediados de 1964 se marchan de luna de miel tras casarse Juanita Reina y Caracolillo, y es cuando Emilio vuelve al Price con un espectáculo propio  “Flamenco… verano… y olé” con el que obtiene un enorme éxito de público y crítica

Sigue alternando espectáculos en el Price con giras por España, bien como artista principal o como estrella invitada, teniendo todos ellos algo en común, y es que Emilio siempre actuaba el último porque era la actuación más esperada por el público.


En esta época el público no solo escuchaba flamenco y copla, sino que los nuevos estilos musicales y las nuevas corrientes de la moda, estaban cambiando rápidamente los gustos populares. Emilio se adapta a esta nueva etapa recogiendo en su repertorio  aquellas canciones pop sesenteras adaptándolas magistralmente a su estilo.

Un claro ejemplo es el tema “No tengo edad” con la que Gigliola Cinquetti había ganado el festival de San Remo y el Festival de Eurovisión en 1964. Emilio supo adaptarse a los rápidos cambios y realizó versiones bailables como el “Casatschok”, recogió varias canciones del verano, como “María Isabel” o “Guantanamera”. Ni siquiera las canciones de Serrat, Víctor Manuel, Julio Iglesias o Camilo Sesto se escaparon de su ingenio, llegando incluso a parodiar el tema “Yellow submarine” de los Beatles.

Es en esta época (a mediados de los años 60) cuando  Emilio es  operado del agarrotamiento de los nervios de la mano “parestesia”, enfermedad fatal para su profesión pero que él superó sin apenas secuelas y por lo que gracias a ello, pudimos seguir disfrutando de su virtuosa y original forma de tocar la guitarra.

En 1968 se ve obligado a acudir a los juzgados dada la suplantación de la que era objeto por el denominado “El Moro”, que había usurpado su imagen y nombre artístico. Emilio ganó los pleitos y el reconocimiento de uso exclusivo de su imagen y nombre artístico, El Moro y Emilio El Moro, con imposición de una multa al suplantador.
En el plano personal  ya era padre de tres hijos y aunque permanecía poco tiempo en la casa debido a su trabajo y a las giras constantes por toda España, sacaba tiempo para actuar alguna que otra vez en el salón de actos de la escuela de sus hijos en Orito y pasar así ratos en familia.


Emilio también tenía 3 grandes aficiones, la pesca submarina, el bricolaje y el cuidado de los animales de granja, (esto último a partir de la adquisición de su finca en Orito). Le gustaba hacer pequeñas reparaciones en la casa e incluso fabricaba juguetes para sus hijos de madera,  cartón y engrudo.


Le gustaba mucho el billar, y en su casa habilitó una sala a tal efecto. Se le daba bastante bien y una de las expresiones que Emilio empleaba muy a menudo con los invitados cuando jugaba con ellos al billar era: “me vas a durar menos que una mosca en la ceja de un mono”.

Esa casa se convirtió en punto obligado de reunión de grandes artistas cuando estos pasaban con sus compañías cerca de Alicante. Emilio los acogía en su casa y durante días el arte y la juerga estaban garantizadas.

Su carácter bondadoso, humanitario y extrovertido se expresan claramente en estas palabras extraídas de una entrevista concedida a la revista DIGAME,  donde destaca que: “Su mayor alegría y satisfacción, ser y estar como está hoy, su mayor contrariedad es cogerse los dedos con un baúl y su máxima aspiración profesional es trabajar sin interés alguno para los que lo necesiten y merezcan ser felices”.

Asimismo Emilio ayudó a sus familiares económicamente a montar negocios para que pudiesen vivir holgadamente, nunca le tuvo apego al dinero.

En lo profesional ya era internacionalmente conocido en toda América y su caché por actuación solo estaba a la altura de los más grandes. En 1970 saca a la venta su primer casete recopilando sus grandes éxitos. Debido a la popularidad que rápidamente alcanza este versátil formato de audio, Emilio pronto está en todos los quioscos y gasolineras de España, llegando a sacar 54 casetes recopilatorios  debido a la gran demanda de su público.


Con el definitivo declive de la copla a principios de los años 70, Emilio se reinventa una vez más y comienza una nueva etapa llevando espectáculos propios, menos serios y más arrevistados. Eran los espectáculos precursores de lo que años más tarde se conocerían como picantes o de destape.

A lo largo de esta década los macro espectáculos llenos de artistas importantes ya no eran rentables y fueron desapareciendo poco a poco las giras de las grandes compañías. Emilio, mientras otros artistas pasaban poco a poco al olvido o a esporádicas apariciones en televisión,  recorría España con sus espectáculos de revista llenos de chicas ligeritas de ropa  en los que actuaba para arrancar la sonrisa del público.

A finales de 1976 participa junto a otras figuras de primer nivel en un intento por recuperar las grandes actuaciones de años anteriores, con el espectáculo “Llegan los mejores”, actuando solo unos días en la plaza de toros Vista Alegre de Madrid.

Un apunte sobre la profesionalidad de Emilio nos lo da lo que ocurrió este año de 1976, cuando en su casa realizaba uno de sus hobbies favoritos (el bricolaje) y se hizo un corte profundo con una cepilladora eléctrica “Tupi”, en el que perdió parte de la yema del dedo corazón de la mano derecha. Este accidente coincidió con la verbena de las fiestas de Orito, y al segundo día de verbena se puso en el dedo una tablilla hecha de caña y tocó la guitarra para sus vecinos durante casi una hora, como si nada le hubiera pasado.

En 1977 realizó una gira por los teatros y salas de fiestas más importantes de las capitales europeas, cosechando un éxito sin precedentes y volviendo a España al año siguiente.


En junio de 1979 se hace un último intento en el madrileño Teatro Calderón por recuperar algo ya poco común es esas fechas, un gran espectáculo “Caras conocidas”, con grandes artistas de primer nivel con más de 25 años en candelero; Perlita de Huelva, El Príncipe Gitano, la guitarra de Antonio Arenas, la presencia y voz del legendario Antonio Molina y el fresco humor de Emilio El Moro, allí los veteranos del arte, dan fuerzas a un cartel creado por y para defender un estilo.


En este año 1979 Emilio participa en su segunda película “La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona” Escrita por el premio Nobel Camilo José Cela y basada en los peculiares sucesos acaecidos mientras una pareja de novios disfruta del espectáculo picante de la compañía de Emilio El Moro.



En su tercera y última aparición en el cine en 1980, actúa representando a un peculiar vidente,  “El Mago Merlín”, el adivino favorito de los políticos.


 

Durante los 80 continúa con su pequeña compañía de revista, humor y “Chicas Picantes” alternando sus giras por las salas de fiesta de toda España, con apariciones estelares en las ultimas compañías de artistas,  compañías muy reducidas en cuanto a número de figuras en cartel y en presupuesto, que son contratadas con motivos de grandes celebraciones o ferias importantes.


Valga como ejemplo del fin de esta época dorada de la copla y del flamenco, el hecho de que a Antonio Molina y a Emilio “El Moro”, se les viera tranquilamente sentados en la terraza de un  bar el viernes 8 de agosto, a las puertas del Auditorio de Gibraleón (provincia de Huelva), donde iban a actuar en el espectáculo “Adiós España 1986”. Años atrás esta estampa tan tranquila de ambos artistas a las mismas puertas del teatro, hubiese sido imposible debido a la popularidad de que ambos gozaban entre el público que acudía a estos eventos.

En 1987 un mes antes de su muerte, Emilio fue operado de cataratas, mientras se recuperaba satisfactoriamente en casa de su hermana Victoria, en Alicante, preparando una gira artística que comenzaba en Valencia al día siguiente,  antes de acostarse y como era habitual en él, se dispuso a fumar un cigarrillo y para ello usó un infiernillo (hornillo de gas), que su sobrino tenía para hacer su trabajo como mecánico dental.

 Como aún no estaba recuperado del todo de su vista y no veía muy bien, se debió acercar demasiado, prendiéndose la ropa y abrasándose brazos y pecho, saliendo de la habitación en que se encontraba envuelto en llamas, sin quemarse la cara, pero con graves quemaduras en el 60% de su cuerpo. Fue trasladado de urgencia en ambulancia a un centro hospitalario, animando a los enfermeros con sus bromas (genio y figura) y chistes durante el camino.

Tras permanecer 23 días ingresado en una clínica y cuando comenzaba a salir de la gravedad de sus heridas, Emilio sufrió un infarto y falleció el domingo 10 de julio de 1987, y fue sepultado en un panteón familiar en la localidad de Monforte del Cid (Alicante).


Contaba 63 años de edad y 37 de carrera profesional, con una discografía asombrosa; 35 EP-25 LP-6 Singles-54 casetes-4 cartuchos y 14 cancioneros en los que se reunían sus más de 300 canciones.

Desde sus comienzos junto a los grandes del cante flamenco y la copla,  Emilio El Moro fue un caso raro de supervivencia, pues él nunca bajó la guardia, nunca dejó de trabajar y si bien la presencia de Emilio se hizo menos frecuente en escenarios y tablaos, debido al declive y posterior desaparición de las grandes compañías, su recuerdo siguió vivo y no dejó de actuar en pequeños espectáculos  realizando giras para salas de fiestas, ferias, teatros y discotecas hasta el momento mismo de su muerte.

Emilio “El Moro”, enamorado del arte, se superaba día a día, cantando, bailando y tocando la guitarra, creó un tipo de humor nuevo, humor en el cante, humor en el baile y humor en la charla, lo que hicieron de él una de las primeras figuras de los humoristas españoles.

Durante su dilatada carrera interpretó todos los éxito de la música de su tiempo, medio en serio medio en guasa, su estilo resultó novedoso, no había otro que le igualara en su género.

Fue una persona con una gran filosofía de la vida, llamaba la atención el orden y la precisión que ponía en los más mínimos detalles de sus actuaciones para que todo saliera bien; esto se puede observar sencillamente escuchando sus discos, quizá eso hacía que salieran un poco “serios”. De sus grabaciones cabe destacar sus primeros discos, cuando el mismo se acompañaba con la guitarra.

 Emilio el Moro nunca cayó en el olvido de sus seguidores incondicionales, pero sí fue cayendo, inmerecidamente en el olvido del gran público, sobre todo del nuevo público que le desconoce por completo, sin que hasta la fecha nadie se haya ocupado de rendirle un merecido homenaje a su figura y a su carrera.