Ya me he vestido de negro,
¡Ay, de negro!
porque tendré que matarte.
Por qué me han puesto encerrado,
¡Ay, Por qué!
si encima había que premiarme.
Cargué con toda tu familia,
con la fiera de tu madre,
me han dejado sin dos pesetas
y sin ropa para mudarme.
Del por qué de este porqué
la gente quiere enterarse,
cuatro guardias me llevaron
y ahora descanso en la cárcel.
Y ahora descanso en la cárcel.
Tú eres la otra, la otra
y a nada tienes derecho,
porque te llega la mugre
desde los pies hasta el pescuezo.
Nunca compraste jabones
ni aprendiste a guisar,
y me alimentas todo el día
con dos papas aliñadas.
Con tal de vivir tranquilo
qué importa que tú te mueras,
prefiero buscarme a otra
sin bigote y sin paperas.
Por qué te partí los labios,
¡Ay los labios!
y no te corté la lengua.
Por qué una noche dijiste,
¡Ay por qué!
que yo era de la otra acera.
El jornal que te ofrecía
ya no es tuyo, compañera,
que ahora se lo doy a otra
que se lava las orejas.
Como fue tu voluntad,
no me vengas con más quejas,
porque te dejo metida
la cabeza entre las rejas,
la cabeza, ay, entre las rejas.
Tú eres la otra, la otra
y a nada tienes derecho,
no quieras cargarme ahora
lo que pasó en el barbecho.
No me des pares y nones
ni me vengas a buscar,
y líjate los talones
que ya no puedes ni andar.
Yo vivo ya más tranquilo,
qué importa que tú te mueras,
si vieras cómo la otra
me alimenta con paella.