Siento tu mano fría
corre que corre sobre mi piel
y di un salto que al techo casi llegué,
y antes de tocarme, caliéntate.
Vente conmigo al huerto
que están los nabos por recoger,
y a ver la tomatera que ayer planté,
así creerás lo que te conté.
Dije que te quería
como a nada en el mundo,
y nos sigue tu madre sin descansar,
que es una loba en celo, siempre detrás,
y con los ojos abiertos
de par en par, de par en par.
Se esconde en la penumbra
de aquel rincón, en aquel salón,
con las ideas de un tiburón,
y piensa darme con el jarrón.
Siento tu mano tibia
que palo a palo rompe mi piel
y sus brazos se enredan hoy como ayer;
si no se va tu madre, yo no entraré.
Yo no te llevo al puerto
que está tu padre como un león,
con una estaca al hombro tomando al sol
y tengo mucho miedo del malecón.
Sabes que te quería
como a nada en el mundo...
Que seguiría tus pasos, tu caminar,
si me ve tu padre, me dejará
con la ceja abierta
de par en par, de par en par.
Vámonos para la sombra
de aquel rincón, que allí es mejor,
con dos besitos y un apretón,
verás qué bien quedamos los dos.
Pero no aprietes tanto,
porque con darme tanto achuchón
me has saltado los tirantes
y hasta un botón,
me has dejado medio tuerto
con tanto amor.
Yo escarbaré en la tierra
como un labriego sembrando arroz,
y tendrás tu gazpacho y tu buen melón
y una casa con ratas y algún ratón.
Sabes que te quiero
como a nada en el mundo,
que en cuanto tú quisieras
me iba a casar,
pero que tu madre no podrá entrar
ni con la puerta abierta
de par en par, de par en par.
Que se bebe todo el tinto
de aquel porrón que hay en el salón,
con dos cubiertos y un hambre atroz
y hasta sin pan se lo come todo.