Pena y alegría del amor

   Con su particular ingenio, Emilio a veces fusionaba diferentes canciones en una misma parodia.
      En esta ocasión  añade la primera estrofa de "Que lo domine un querer" de Juanito Valderrama
a su parodia de "pena y alegría del amor" de Los nocheros.

Tirí tirí tirí tirí aay ah a a a ay...
Cuando remedio no tenga,
cuando remedio no tenga,
que te corte un cirujano ay,
la campanilla y la lengua
a, e, i, o, u.

Mira cómo se me ponen los pies
cuando te recuerda,
por la garganta me baja
un chorro de vino fresco,
que va atravesando
de parte a parte
y de arriba a abajo mi cuerpo.

Mera cómo se me ponen
los pies cuando recuerdo,
que una vez fuimos andando
de Barcelona a tu pueblo.

Tengo callos en las manos y
padrastros en los dedos
y en mi cabeza unas caspas
como un plato de fideos.






Entre tu choza y mi casa
hay un muro de silencio,
de ladrillos y de adoquines,
de cal, arena y cemento.


Un muro para que nunca
lo puedas saltar al pueblo,
que está dando la vuelta
al cerrojo que guarda todos mis secretos.
Que yo sé que tú me quieres, hija mía,
y tú dudas que te quiero
y de viejas morirás
y nunca podrá saberlo.
Ay, qué alegría y qué pena y qué asco,
quererte como te quiero.















Ayer en la plaza vieja, viuda,
no vuelvas a hacerlo, ¿sabes?
besaste a mi niño,
a mi niño, el que es sargento
y cómo lo besabas,
¡ay, qué palo yo te doy!
que fue la primera vez
que me vi en la frente:
"Los iguales para hoy".

Salí corriendo a mi casa,
tumbé a mi niño en el suelo
y sin que nadie me viera,
como un ladrón al acecho,
con mis botas de soldado
aplastó mi pata tu beso.



Mera, pase lo que pase,
aunque se ahonde el firmamento,
aunque la tierra se abra
como en la película de San Francisco
y nuestro nombre
lo pisoteen los camellos,
vete corriendo a tu casa
que yo me voy para mi pueblo.



Ay, qué alegría y que pena,
que sea uno tan embustero.

Quita el pringue y da alegría,
dicen que el agua caliente
quita el pringue y da alegría
y un cepillo te compraste
para lavarte los dientes
y nunca te los lavaste.








Mira cómo se me pone la piel
cuando te recuerdo,
por la garganta me sube
un río de sangre fresco,
de la herida que atraviesa
de parte a parte mi cuerpo.







Tengo clavos en las manos
y cuchillos en los dedos
y en la sien una corona
hecha de alfileres negros.
Mira cómo se me pone
la piel cada vez me acuerdo,
que soy un hombre casado
y sin embargo te quiero.

Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena y de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.

Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo,
que está rondando la llave
que guarda nuestro secreto.
Si yo se bien que me quieres
y tú sabes que te quiero
y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo.
Salgo de mi casa al campo
sólo con mi pensamiento,
por acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo,
que se te cayó un domingo
cuando venías del pueblo,
que se te cayó un domingo
y que no te he dicho nunca ,mi vida
no te he dicho nunca,
que yo lo tengo
y lo estrujo entre mis manos,
lo mismo que a un limón nuevo
y miro tus iniciales
y las repito en silencio,
para que ni el campo sepa
lo que yo te estoy queriendo.

Ayer en la plaza nueva, vida,
no vuelvas hacerlo
te vi besar a mi niño,
a mi niño el más pequeño
y cómo lo besarías
¡ay virgen de los remedios!
si fue la primera vez
que a mí me diste un beso.


Llegué corriendo a mi casa,
alcé a mi niño del suelo
y sin que nadie me viera
como un ladrón en acecho,
en su cara de amapolas
mordió mi boca tu beso.
¡Ay que alegría! ¡ay que pena!
quererte como te quiero.

Mira, pase lo que pase
aunque se hunda el firmamento,
aunque tu nombre y el mío
lo pisoteen por el suelo,
aunque la tierra se abra
y aun cuando lo sepa el pueblo,
que eleven nuestras banderas
de amor a los cuatro vientos,
sigue queriéndome así
tormento de mis tormentos.

¡Ay que alegría! ¡ay que pena!
quererte como te quiero.


Cuando remedio no tenga
cuando remedio no tenga,
que te cortara un cirujano
la campanilla y la lengua,
que te corte un cirujano
la campanilla y la lengua

Versión para cancioneros

Parodia
Pena y alegría del amor
Emilio Jiménez Gallego (Emilio "El Moro")

Cuando remedio no tenga (bis)
que te corte un cirujano
la campinilla y la lengua.

Mira como se me ponen
los pies cuando te recuerdo.
Por la garganta me baja
un chorro de vino fresco,
que va atravesando de parte a parte
y de arriba abajo mi cuerpo.
Mira como se me ponen
los pies cuando te recuerdo,
que una vez fuimos andando
de Barcelona a tu pueblo.

Tengo callos en las manos
y padrastros en los dedos
y en mi cabeza una caspa,
como un plato de fideos.





Entre tu chosa y mi casa,
hay un muro de silencio,
de ladrillos y adoquines,
de cal, arena y cemento.



Un muro para que nunca
lo pueda saltá el pueblo
que está dando las vueltas al cerrojo
que guarda todos mis secretos.

Y yo se que me quieres
y tú dudas que te quiero
y de vieja morirás
y nunca podrás saberlo.

¡Ay! qué alegría y qué asco
quererte como te quiero.















Ayer en la Plaza,
vieja viuda no vuelvas hacerlo,
besaste a mi niño,
a mi niño el que es sargento.
Y como los besabas, ¡ay!
que un palo yo te doy
que fue la primera vez que me vi en la frente
los iguales para hoy.

Salí corriendo a mi casa,
tumbé a mi niño en el suelo
y sin que nadie me viera
como un ladrón al acecho,
con mis botas de cartero
aplastó mi pata tu beso.



Mira: Pase lo que pase,
aunque se hunda el firmamento,
aunque la tierra se abra
y nuestros nombres los pisoteen los camellos
vete corriendo a tu casa
que yo me voy pa tu pueblo.





¡Ay! que alegría, que pena
que sea uno tan embustero.

Porque no tengo carrera,
tu familia no me quiere,
en mi casa tengo un galgo
cógelo cuando quieras
que yo pa correr no valgo.

  Original
Pena y alegría del amor
Rafael de León





Mira cómo se me pone la piel
 cuando te recuerdo,
 por la garganta me sube
 un río de sangre fresco,
 de la herida que atraviesa
 de parte a parte mi cuerpo.





Tengo clavos en las manos
 y cuchillos en los dedos
 y en la sien una corona
 hecha de alfileres negros.
 Mira cómo se me pone
 la piel cada vez me acuerdo,
 que soy un hombre casado
 y sin embargo te quiero.

 Entre tu casa y mi casa
 hay un muro de silencio,
 de ortigas y de chumberas,
 de cal, de arena y de viento,
 de madreselvas oscuras
 y de vidrios en acecho.

 Un muro para que nunca
 lo pueda saltar el pueblo,
 que está rondando la llave
 que guarda nuestro secreto.

Si yo se bien que me quieres
 y tú sabes que te quiero
 y lo sabemos los dos
 y nadie puede saberlo.

Salgo de mi casa al campo
 sólo con mi pensamiento,
 por acariciar a solas
 la tela de aquel pañuelo,
 que se te cayó un domingo
 cuando venías del pueblo,
 que se te cayó un domingo
 y que no te he dicho nunca ,mi vida
 no te he dicho nunca,
 que yo lo tengo
 y lo estrujo entre mis manos,
 lo mismo que a un limón nuevo
 y miro tus iniciales
 y las repito en silencio,
 para que ni el campo sepa
 lo que yo te estoy queriendo.

 Ayer en la plaza nueva, vida,
 no vuelvas hacerlo
 te vi besar a mi niño,
 a mi niño el más pequeño
 y cómo lo besarías
 ¡ay virgen de los remedios!
 si fue la primera vez
 que a mí me diste un beso.

Llegué corriendo a mi casa,
 alcé a mi niño del suelo
 y sin que nadie me viera
 como un ladrón en acecho,
 en su cara de amapolas
 mordió mi boca tu beso.
 ¡Ay que alegría! ¡ay que pena!
 quererte como te quiero.

 Mira, pase lo que pase
 aunque se hunda el firmamento,
 aunque tu nombre y el mío
 lo pisoteen por el suelo,
 aunque la tierra se abra
 y aun cuando lo sepa el pueblo,
 que eleven nuestras banderas
 de amor a los cuatro vientos,
 sigue queriéndome así
 tormento de mis tormentos.

¡Ay que alegría! ¡ay que pena!
quererte como te quiero.