En Sevilla hay una casa
que hasta tiene su ventana,
y en la ventana una niña
con la cara de una rana.
Por la noche, con la luna
los ranos se alborotaban.
¡Ay, corazón, cuando he visto a la niña!,
¡Ay, corazón, escondía en la persiana!.
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
no te acerques a los charcos,
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
no te pongas a cantar,
que ya están los ranos croa, croa, croa.
No cantes tú,
¡Ay! no cantes tú, amor mío,
no cantes tú,
mira que te voy a dar.
Matarile, rile, rile...rá.
De la feria de una aldea
le he comprado un par de gafas,
de los cristales muy negros,
para la boca una mordaza.
Y parecía un ratero
asomada a su ventana.
¡Ay, corazón, ya le dije a mi novia!,
¡Ay, qué plantón voy a darte mañana!.
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
tengo que tirarte al río,
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
ya no te puedo aguantar,
te lo juro, niña, por Alá.
Si quieres tú,
no tenemos que ir al río.
Si quieres tú,
te tiro por el balcón.
Matarile, rile, rile...ró.
Una noche de verano,
cuando la luna asomaba,
le vi la cara de rano,
la saqué por la ventana.
Y empezó a pegar chillidos
porque el río la llevaba.
¡Ay, que ilusión, cuando vi que mi novia!
¡Ay, corazón, medio río se tragaba!.
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
que ya se la lleva el río,
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
qué agustito me quedé.
Con razón los peces salían de él.
¡Ay, qué ocasión, se sintió decir en el río!,
¡Y poco después, se la tragó un tiburón!.
Y este cuento, niña, se acabó.