Rechiflao en mi tristeza,
de bobo y feo que he sido,
en mi pobre vida hubo
sólo una vieja mujer.
Su presencia de ballena
puso un tapón en mi oído,
con sus tres filas de dientes
no da na más que berridos,
como no ha gritado nadie,
como nadie gritará.
Con su cuerpo de remache
cuando me escribía las cartas,
gamberreaba en la pobreza
y no pagaba la pensión.
Es de siempre chabacana,
la vida la tiene corta,
lleva las letras al notario
o las da por la ventana,
como jugó aquella gata
con el mísero ratón.
Hoy tiene el gaznate lleno
de mordisco y tragantones,
la encerraron los notarios
sin comida en un vagón.
La ballena entre tomates,
con sus locas tentaciones,
donde callan y claudican
esos grandes vozarrones,
se te han entrado tan adentro
que te llegan al talón.
Nada debo agradecerte,
tu soberbia te ha matado,
no me importan las faenas
que me has hecho y que me harás...
Los disgustos recibidos
creo habértelos pagado
y si una letra chica
sin querer se me ha olvidado,
se la llevas al notario
que esta vez te matará.
Mientras tanto, que ese tufo,
ese tufo ballenero,
te convierta en lagartija
y no puedas ni comer.
Cuando te metas en la cama,
tengas un peso duradero,
que te pongan en las persianas
cien mil grillos cebolleros,
y que digan las muchachas:
"Pero qué asco de mujer".
Y mañana, cuando seas
toda carroña y pellejos
y no tengas esperanza
que te curen el riñón.
Si precisas una ayuda,
si te hace falta dinero,
pídeselo a aquel amigo
que dejaste en Ciempozuelos,
sin chaqueta y sin cartera
arruinado en la estación.